lunes, 12 de diciembre de 2011

Entrevista a una Anoréxica

CRISTINA TRILLA · EX ANORÉXICA

Cristina habla con una sensatez infrecuente en una joven de 25 años. Se nota que ha sufrido y que ha vencido, que se ha reconectado a la vida. Ha aprendido a ser ella misma, singular, valiosa, y no una silueta que encajar en un patrón externo, ideal. Ha aprendido a dejar de juzgarse severamente, malquererse y maltratarse. Me insiste en que la anorexia es una terrible enfermedad mental que distorsiona la imagen de uno mismo, en pos de un demente ideal. Un ideal impelido por un entorno social que prima el aspecto físico, la esbeltez, lo light… Y eso pesa. "¡Yo hoy me niego a comprar nada light!", sentencia Cristina. Su libro "¡Hoy he decidido dejar de comer!" (Styria) narra en forma de diario su travesía por la anorexia, por si puede ser útil.
Tengo 25 años. Nací en Lleida, pero me he criado en Barcelona y aquí vivo. Estoy estudiando sexto de Medicina. Ahora no tengo pareja. He sido anoréxica de los 17 a los 24 años, y me he curado. He sido una enferma y ahora soy otra persona. Esa foto publicitaria de una anoréxica da alas a las enfermas: ¡ven que hay margen para emularla!

- ¿Cuándo supo que era anoréxica?
- Yo me daba cuenta en muchos momentos de que iba mal, pero era incapaz de corregirme.

- ¿Cuándo empezó todo?
- Con 17 años, un día me propuse dejar de comer para bajar de mis 62 kilos a 55 kilos.

- ¿Y por qué en aquel momento?
- En septiembre empezaba en la universidad, y temía no gustar, por mi cuerpo...

- ¿Y por qué 55 kilos?
- Vi un anuncio en la tele en el que una chica ideal - incluso recuerdo el color de sus mallas: azules-, después de hacer ejercicio, se pesaba. Y la báscula marcaba 54,6 kilos. Yo iba a bajar sólo hasta 55 kilos...

- ¿De verdad ese anuncio televisivo la empujó a la anorexia?
- Me incitó. La conducta de la chica era la mía: ¡obsesión con el cuerpo! La anorexia es eso: obsesión por el cuerpo y por la comida.

- En tal caso, todos estamos rodeados siempre de estímulos anorexógenos, Cristina...
- Es que entras en una tienda de ropa femenina y todo son tallas en las que caben sólo un cierto tipo de cuerpos. O entras en un súper y hay más productos light que normales. Buscamos ser ligeros, ligeros...

- ¿Para ser más felices?
- Para desaparecer. Porque nos rechazamos. La anoréxica ve horroroso su cuerpo, lo rechaza, querría hacerlo desaparecer... ¡La anorexia es una enfermedad psicológica!

- Que puede matar.
- Antes muerta que comer y subir un gramo de peso, sí. De hecho, estás ya muerta: ¡renuncias a miles de cosas de la vida!

- ¿Hasta qué punto dejó usted de comer?
- Empecé por una dieta muy severa, guiada por una endocrina. Y bajé de los 60 kilos. La endocrina me dijo que ya estaba bien así. Pero entonces yo me negué a parar, yo quería llegar a los 55. ¡Estaba enganchada!

- ¿Enganchada a qué?
- A mi cuerpo: quería verlo adelgazar. Así, sufrir hambre me deparaba placer. Pesarme y ver que había bajado un gramo ¡un solo gramo! era un chute de triunfo. Una adicción.

- ¿Comparable a la alcoholemia?
- A cualquier drogodependencia. Vives dependiente de lo que comerás o de lo que no comerás, de tu imagen. ¡A todas horas!

- ¿Qué tácticas seguía?
- Bebía cuatro litros de agua - ¡u ocho!- para "eliminar toxinas", pasaba cinco horas diarias - ¡o más!- en el gimnasio...

- ¿De dónde sacaba tiempo?
- De estudiar, dormir, salir con amigos...

- ¿Qué más hacía?
- Ducharme con agua fría antes de salir de casa, porque me parecía que la caliente me "dilataba"... ¡Desarrollas muchas paranoias!

- ¿Y con la comida?
- Primero no comía postre, luego me saltaba comidas, o fingía sonarme y echaba bocados en el kleenex, escondía la comida y luego la tiraba, o la vomitaba...

- ¿Y sus padres? ¿Sabían todo esto?
- Estaban muy preocupados. Pero no podían hacer nada: sólo una misma desde dentro puede actuar. En casa, mi madre siempre había seguido dietas, y desde niña yo oí lo de "hoy he sido mala" por comer según qué...

- ¿Hasta qué peso llegó usted a descender?
- No, eso no se lo diré.

- ¿Por qué?
- Porque la anorexia es como una competición. Si una anoréxica lee aquí el peso al que yo bajé, querrá emularlo... o bajar más.

- Quizá frena si ve el cartel de Toscani...
- ¡No, al revés! Una anoréxica pensará: "A mí aún me queda mucho margen para llegar hasta ahí", lo que le da mecha para seguir... Ese cartel, pues, es muy pernicioso: no disuade a una anoréxica, sino que la estimula.

- Le agradezco la reflexión.
- Tengo amigas delgadas que no son anoréxicas, y otras con sobrepeso que lo son: esta enfermedad está en la cabeza. Y desarrollas gran capacidad para mentir: a mis padres les decía que salía a cenar con amigos, a los amigos les decía que venía cenada de casa... Y, así, ¡una comida menos!

- ¿Su salud no se resentía?
- Perdí la regla, vomité sangre... Todo eso me preocupaba... pero no me frenaba.

- ¿Sigue hoy siendo anoréxica?
- No. Estoy curada hace un año.

- ¿Cómo ha sido eso?
- Un día entré en un ascensor, me vi en el espejo, y me asusté. Ese día me vi de verdad. Llamé a un centro especializado... Y he seguido un tratamiento durante tres años.

- ¿En qué ha consistido el tratamiento?
- Trabajo en grupo, guiado por terapeutas. Aprendes a desentenderte de las comidas: ellos te dicen cuándo y qué comer, para que así reaprendas a focalizar la mente en otras cosas distintas a la comida y el cuerpo.

- ¿Por ejemplo?
- Un día te hacen salir de fiesta sin peinar, sin maquillar, sin vestirte de modo especial... Lo hice y... ¡y lo pasé la mar de bien! Y así vas aprendiendo a ser menos dependiente de tu aspecto, y a gozar de esta vida.

- ¿Vivimos pendientes de nuestro aspecto?
- Sí. Y juzgamos a los demás por su aspecto, por su figura, su ropa... No les damos muchas oportunidades más allá de su pinta. Es una pena, es una pena...

- ¿No teme una recaída?
- Cuando voy a comprar ropa, confieso que me pongo algo nerviosa... Procuro evitarlo... Pero no, ya no estoy enganchada al cuerpo: ya soy una persona distinta. Pienso diferente, siento diferente, reacciono diferente.

- ¿En qué sentido?
- Antes me sentía pequeñita, incapaz, insegura, temerosa, frustrada, avergonzada... y ahora ya asumo mis debilidades: ¡aceptarlas me hace sentir fuerte! Me he humanizado.

La Vanguardia - La contra - VÍCTOR-M. AMELA - 29/09/2007

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